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Formar por un justificante: El otro viacrucis de pacientes con covid

Tose el de enfrente, tose el de en medio y tose el de atrás, así es vivir la búsqueda de un justificante medico por covid en Veracruz

Escrito en VERACRUZ el

XALAPA, VER. – Hay filas por todos lados sobre la calle Mora Beristaín. Hay jóvenes que se forman por un rollo de sushi, mujeres que cargan una televisión en el Monte de Piedad y trabajadores que esperan su autobús en la parada de Los Sauces. Pero hay otra hilera donde todos tosen: tose el de enfrente, tose el de en medio y tose el de atrás. 

“Soy el número 105”, dice Jaqueline, una paciente de 28 años positivo a covid-19 desde hace ocho días. La trabajadora de una plaza comercial cumple cuatro horas en la entrada de la Clínica 66 del IMSS, en Xalapa. Ella debería seguir en reposo –lo sabe– pero su incapacidad expira hoy. 

En su empresa le piden un papel si quiere más días de descanso con goce de sueldo; en el hospital le piden paciencia.  “¡Número 85!, ¡Número 85!”, grita un policía chaparrito y regordete, que es también el primero en recibir mentadas de madre de personas en la fila. “Todo por pinches 600 pesos”, susurra el oficial con doble cubrebocas. 

En la entrada hay un enfermero con bata azul, guantes y careta que hace una misma pregunta cada 30 segundos. “¿Tiene tos, cuerpo cortado, problemas para respirar? La mayoría asiente con la cabeza y son enviados al ala izquierda de la clínica. 

Conforme Veracruz registra repunte de contagios por covid-19, la fila en la clínica 66 se hace más grande. Pero la fila no es el mayor problema, dice Jaqueline quien se disculpa por no dejar de toser. 

“Nosotros entendemos a los doctores, porque no se dan abasto, pero esto ya es un revoltijo”, dice. En esta zona del hospital hay personas como ella: enfermos que esperan una nueva valoración para extender su incapacidad; pero también hay enfermos que ya no resisten los síntomas de la enfermedad y hasta un tercer grupo de sospechosos que piden una prueba gratuita.

“Si llegas y no tienes covid aquí seguro te contagias”, opina Jaqueline mientras ve la hora en la pantalla del celular.   

“¡Número 86!, ¡Número 86!”, grita a lo lejos el policía. Jaqueline decide sentarse sobre una banqueta cuando son las 13:00 horas. Ella acudió este viernes a las nueve de la mañana para recoger un turno. Los médicos le sugirieron volver a las tres horas siguientes y les hizo caso. 

Pero no todos toman esa decisión. Si en las jornadas de vacunación hay personas que hacen filas por una dosis, en el ala de la clínica 66 pasa lo mismo por un justificante o una prueba rápida o una cama. 

El patio donde ahora esperan unas 80 personas es del tamaño de una cancha de futbol y está acordonado con una cinta amarilla de “prohibido el paso”. Hay jardines amplios con árboles frondosos y tres carpas de plástico. 

La gente no está hacinada en las carpas, pero eso tiene una explicación. “Hace mucho calor y pues nadie quiere estar ahí adentro”, explica otro trabajador de una tienda Fasti, también positivo a covid. 

El ala izquierda del IMSS bien podría ser la postal de un día de campo. Hay adultos mayores que buscan sombra debajo de los árboles y que leen el periódico; hay jóvenes tirados en el césped o sentados en sillitas de madera y mujeres que juegan con sus hijos. Todos con cubrebocas. 

Pero en este lugar con sombra y árboles relucientes no es el canto de los pájaros lo que predomina, sino tosidos que se replican por todos lados. Jaqueline está a 15 lugares de pasar con un médico, pero está impaciente. Bien podría volver a casa y esperar a sentirse mejor “pero no estamos para que nos descuente la empresa”, comparte. 

La madre de una niña de ocho años ignora dónde contrajo el virus SARSCov-2. Explica que en su trabajo los mandaron a un laboratorio a hacerse la prueba rápida y resultó positiva. Luego llegaron los síntomas que no han sido severos, “solo esta tos que no me deja”, dice. 

Jaqueline luce cansada: tiene ojeras y sus párpados inferiores están inflamados; a menudo clava su mirada al suelo y se talla el pecho. Junto a ella un hombre fornido y de cabello rizado pierde la compostura y se abalanza contra el médico que sale a llamar a otro paciente. “¿Usted cree que uno tiene todo el tiempo? Llevamos todo el día y nomás no nos resuelven”, reprocha y manotea. 

Pero ella no se desgasta ni se mueve de la banqueta. Han pasado casi siete horas y su turno está cerca. Jaqueline solo quiere el “papelito firmado” para descansar un poco más y regresar al mostrador donde vende computadoras... El policía llama al del turno 100.


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