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Felícita de 85 años teme más a quedarse sin comer que al covid-19

A pesar de formar parte del sector vulnerable al coronavirus, Felícita se resiste a dejar de vender

Escrito en VERACRUZ el

Coatzacoalcos, Ver. – Es mediodía en Coatzacoalcos, la segunda ciudad del estado de Veracruz con más muertes y contagios de covid-19, a Felícita le preocupa más cubrirse del sol y vender su mercancía que contagiarse del nuevo coronavirus.

Sus cabellos pintados de blanco, su piel marchita quemada por el sol y una mirada cansada, delatan los años vividos, a la mujer de 85 años le urge sacar todas las bolsas de aguacates que carga para vender.

Felícita camina rápido sobre el antiguo malecón, sin importar que olvidó su cubrebocas, durante toda su vida nunca ha dejado de vender frutas o verduras de temporada, ahora que llegó una pandemia menos lo hará.

Dice que a su edad teme más a quedarse sin comer, que al covid-19 o “la enfermedad esa”, pues no puede pronunciarla correctamente.

“Aguacates, aguacates, a veinte la bolsa joven, señorita son cuatro anímese”, le dice doña Felícita a las personas que se cruzan en su andar o afuera de los negocios que se encuentra.

Felícita Pérez Domínguez, es originaria del municipio de Oteapan, desde donde sale apenas amanece, tiene que tomar dos camiones para llegar Coatzacoalcos, donde la Secretaría de Salud reportó un total de mil 494 personas contagiadas y 326 defunciones por el virus SARS-CoV2, hasta el sábado 1 de agosto.

“Yo nací en Coatzacoalcos, pero después me llevaron a Oteapan mis papás, y desde chamaca ando vendiendo, ya no me acuerdo, pero tenía menos de 20 años cuando comencé a vender, y aquí sigo buscándole papá”, expresó con una enorme sonrisa.

NO RECIBE APOYO ALGUNO DEL GOBIERNO FEDERAL

El último reporte del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI) presentado a finales del 2019 reveló que en México las personas de 60 años o más que viven solas se exponen a vulnerabilidad, debido a que no cuentan con una red familiar que las apoye en un momento de su vida donde su salud o sus condiciones económicas pueden ser precarias.

La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) reportó que el número de personas mayores a 60 años que reside en México es de 15.4 millones, cifra que representa 12.3 por ciento de la población total.

La mayoría de ellos (47.9 por ciento) vive en hogares nucleares (formado por un solo núcleo familiar: puede incluir a una pareja con o sin hija(o)s solteros o un jefe o jefa con hija(o)s solteros); casi cuatro de cada diez (39.8 por ciento) residen en hogares ampliados; y 11.4 por ciento conforman hogares unipersonales, es decir, como Felícita, viven solos.

“Yo vivo con Dios hijo porque vivo sola en mi pueblo, tengo un hijo, pero está cieguito y vive en Minatitlán, porque mis hermanas también se murieron y pues gracias a Dios sigo viva”, manifestó doña Felícita.

En cuanto a sus condiciones laborales, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reportó que para el segundo trimestre de 2019: 21.7 por ciento de los adultos mayores que viven solos y están ocupados no reciben prestaciones, 15.7 por ciento reciben aguinaldo y solo 13.4 por ciento tienen vacaciones con goce de sueldo.

De acuerdo con la Secretaría de Bienestar, durante el primer bimestre del año (enero-febrero del 2020) la entrega de la Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores tiene un avance de 95 por ciento, lo que equivale a 21 mil millones de pesos en favor de más de ocho millones de personas mayores de 65 años.

Aunque reúne todos los requisitos para este beneficio, Felícita no es favorecida con el programa por falta de papeles y porque no le interesa, pues dice que siempre aprendió que -nadie te regala nada en la vida-.

“Yo solo sé trabajar hijo, no se pedir nada”, insiste y sin titubear. Dice que los años que le quedan de vida seguirá trabajando, pues es lo que aprendió de sus padres y que heredó a sus hijos y sobrinos.   

FORMA PARTE DEL SECTOR VULNERABLE ANTE LA PANDEMIA

Felícita porta un vestido verde con flores amarillas y acabados en negro, que combinan con sus sandalias gastadas por tanto caminar. Nunca falta el mandil de cuadritos con bolsas enfrente para guardar el dinero que va ganando por las ventas.

Su caminar es lento, pero tiene prisa por vender su producto, pues cuando llegue a casa aún tiene que cocinar lo que comerá en el almuerzo.

“Me apuro hijo, porque a mí nadie me espera, saliendo de aquí compro mi comida y la preparo y ya después a descansar, no hago nada más, a veces salgo a cortar mis aguacates o limones, pues es lo que cosecho para vender”, explicó.

Hasta el sábado 1 de agosto, el número de personas contagiadas en todo el país es de 434 mil 193, de las cuales 47 mil 472 han perdido la vida por causas del covid-19, de acuerdo con información de la Secretaría de Salud Federal.

De esta cantidad, 21 mil 269 son adultos mayores de 65 años, 12 mil 306 fueron hospitalizados y 8 mil 963 son ambulatorios, es decir, se recuperan en sus hogares.

Por suerte, en esas cifras no figura doña Felícita, quien insiste en gozar de buena salud.

“Yo no tengo miedo a enfermarme gracias a Dios, yo no me siento mal no me duele nada. A veces me duele la cabeza, pero aquí ando trabajando y solo Diosito sabe qué pasará conmigo.”

El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha señalado en varias ocasiones que la infección en personas de 60 años o más podría complicarse porque, en lugar de curarse de manera natural, como ocurre con la mayoría de las personas infectadas por coronavirus, los adultos mayores pueden tardar más en reponerse.

Incluso ha declarado que no deben salir a las calles o continuar con sus actividades normales, pues corren riesgo de perder la vida a causa del covid-19.

“Pues no creo papá, llevo vendiendo cada día y no me pongo esa que cubre la boca porque me ahogo”, respondió la mujer de 85 años.

Menciona que no cree mucho en el virus, aunado a que aun cuando se encuentra en el rango de sector vulnerable, insiste en que si no sale a vender no come, pues no le gusta que le regalen las cosas, mucho menos de comer cuando aún tiene fuerzas para trabajar.

NO DEJARÁ DE VENDER

Ya no escucha bien, sus oídos comenzaron a tener problemas hace algunos años, por ello pide que le hablen fuerte o que le repitan, aunque mayormente se limita a solo ofrecer lo que vende, pues no hay tiempo para platicar con las personas.

Felícita dice que vive sola en su casa, pues sus hijos ya volaron y han formado nuevas familias, aunque no se olvida y es imposible no extrañarles.

Cada bolsa que vende cuesta 20 pesos y trae cuatro aguacates. Al día vende entre seis y diez bolsas en una jornada de nueve a quince horas, de lunes a sábado, pues los domingos trata de descansar para reponer energías, no niega que ya se cansa.

“A veces me gano 100 pesos y a veces 150 pesos porque es poquito lo que traigo, y en ocasiones le tengo que bajar para que me lo compre la gente”

A su ganancia hay que restarle los casi 60 pesos que gasta en pasaje y en ocasiones lo de un agua o un refresco -para el calor que está bueno-.

Es conocida ya por algunos comerciantes y vecinos del centro de la ciudad, donde camina desde hace más de 60 años por más de seis horas, hasta que termina sus productos o le agarra la tarde.

“Hasta que Dios me lo permita, porque será cuando él me lleve y ya no esté en esta tierra, mientras seguiré vendiendo hijo”, respondió doña Felícita cuando se le preguntó cuándo dejará de trabajar.

ygr