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En Xalapa los pobres se cubren del frío con lonas del PRI

José no sabe quién es Héctor Yunes, pero la cara del Senador lo protege del frío. Tres lonas con el rostro del legislador cubren la humilde vivienda del anciano

Escrito en ESTADOS el

XALAPA, Veracruz (La Silla Rota).- A don José -como lo llaman los vecinos- se le ve sentado en lo más alto de un monte frente a una pequeña fogata que ha hecho con palo de horcón. Allí arrima sus pies descalzos y frota sus rodillas, la parte del cuerpo que más dolor le produce en invierno, cuando el termómetro ronda los cero grados centígrados.

Indígena originario de Coyutla, Veracruz, de cabello gris, al mismo tono de la escasa barba que se le dibuja en el mentón. Dueño de una delgadez raquítica; sin dientes en sus encías, ni fuerzas en las piernas para no depender de un bastón de aluminio que lo acompaña a todos lados por su patio de tierra.

Viste un calzón de manta color blanco, guaraches con correa de cuero y suela de llanta. Su pecho lo arropa un abrigo verde que le redobla su complexión, además de una bufanda roja que ha recibido mediante obsequios de vecinos y familiares.

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José no sabe quién es Héctor Yunes, pero la cara del Senador lo protege del frío. Tres lonas con el rostro dibujado del legislador cubren la humilde vivienda del hombre de 75 años, ubicada en la colonia Luis Donaldo Colosio, uno de los asentamientos irregulares más marginados en Xalapa.

El viento helado como el de este lunes 11 de diciembre, a José le traen malos recuerdos, pues dos de los 14 hijos que procreó en su juventud murieron de hipotermia y un tercero falleció debido a un sarampión que no pudo atender por falta de Seguro Médico.

“Me acuerdo de que yo llegaba del trabajo y mi esposa no me abría la puerta, ‘hijo de puta’ creí que había un cabrón ahí metido con ella, pero no, era mi hijo que se estaba muriendo de frío. Lo quise mover porque todavía estaba calientito, pero ya no pude rescatarlo”, comparte mientras soba sus articulaciones.

Relata que hace una década llegó a vivir a la colonia Donaldo Colosio, ubicada en las periferias de la capital, en medio del bosque conocido como el Cerro de la Galaxia. 

“Como ya no había quien me cuidara una de mis hijas me trajo pa’ acá”, agrega mientras hierve una salsa de tomate verde mezclada con tortilla y unos suspiros de carne de puerco, la única comida que hará rendir en el día.

En la prolongación Colosio, la pobreza es pareja con sus habitantes: la mayoría carece de servicios básicos como agua potable, luz eléctrica y drenaje. Los pisos son de tierra y, se convierten de lodo cuando hay lluvias.

La zona que habita José, su nieta y su hija, también da asilo a unas 20 familias que se guardan en casitas de madera con techos de lámina de cartón. Algo particular son los muros de las viviendas, que más bien son lonas de propaganda política de Héctor Yunes Landa y del alcalde xalapeño Américo Zúñiga.

José, cuida de manera especial una lámpara de pilas que su hija le regaló. En las madrugadas, cuando el frío se ensaña con él, la enciende para no tropezar cuando sale al patio a orinar. Luego regresa a un camastro y se enrolla con un cobertor que recibió en temporadas electorales, con la llegada de políticos que pepenan el voto.

De acuerdo con vecinos, los últimos candidatos que caminaron por su colonia fueron Ana Miriam Ferráez Centeno, excandidata por la coalición PAN-PRD a la alcaldía de Xalapa y hoy militante de Morena, y Cinthya Lobato Calderón, cuando buscaba el apoyo de los más pobres para la diputación local por el Partido Acción Nacional.

“Vinieron y nos mandaron despensas, conforme nos juntábamos en grupos de 20 personas. Dijeron que iban a regresar, pero nada, se les olvidó como a todos”, refiere una mujer que le ha llevado atole caliente a don José hasta su casa.

“Aquí estoy, mire, humildemente pero no me mata el frío”

José saca del bolsillo de su abrigo verde, 45 pesos y asegura con un grado de entusiasmo que “ya nomás me faltan 55 pa’ un anafre. Ay Dios, con uno chiquito estaría a todo dar, porque con eso me caliento mis pies y ya mejor compro carbón porque leña ya no puedo ir a traer”, comparte.

Para el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) “una persona se encuentra en situación de pobreza extrema cuando presenta tres o más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria”. José, sin duda, es una de las personas que consolidó a Xalapa, en 2010, como el municipio con más pobres en la entidad.

El entrevistado asegura que ni la gripe, ni la calentura le preocupa a pesar de que carece de medicamentos y de una afiliación al Seguro Social. “La gripa se me quita solita hasta que se cansa, solita se le olvida. Aquí estoy, mire, humildemente, pero no me mata el frío”, dice.  

José no tiene credencial de elector, ni firma. Nunca estudió en su natal Coyutla. De joven ganó dinero recolectando mazorcas a caballo, sembrando milpa y frijol y ya como adulto mayor chapeaba jardines en el fraccionamiento Las Ánimas (sector adinerado de Xalapa) hasta que sus rodillas dejaron de responderle.

En el interior de su casa se aprecia una cama con resortes que brotan desde la cabecera hasta donde José descansa sus pies. Él, refiere que el mueble lo ha tenido que mover de lugar en al menos tres ocasiones, “por culpa” del frío y del agua que se filtra en una esquina, donde las lonas con propaganda no se dan abasto.  

Los cimientos de la choza son palos de horcón que José obtuvo cuando aún podía caminar por el Cerro de la Galaxia, reserva natural que provee de leña a los habitantes para cocinar, hervir el agua que beben y que también ocupan para bañarse a la intemperie.

“Ay Dios, para qué le digo, ahorita no tengo gas pa’ calentar agüita, pero en veces vienen mis hijas por mí y me llevan a su casa a bañarme. Hace dos años todavía caminaba chingón y yo iba solo, pero ya ve que todo se va cansa y uno se vuelve inútil”, abunda don José.

Son las cinco de la tarde y José se excusa pues ha llegado el tiempo de entrar a casa. Antes regala una última lección. “Mire, cuando la sombra pega en el patio es seña que ya va a arreciar el frío y no queda de otra que guardarse hasta el otro día”, concluye José mientras convence a sus piernas para andar unos 15 metros hasta su cama.



kach