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Don Panchito, vendedor de raspados que ve pasar generaciones en la UV

Dice que conoce a Don Volo, el famoso vendedor de volovanes en la FCAS

Escrito en VERACRUZ el

XALAPA, VER.- Francisco Cuellar vende raspados hace tres décadas. En enero retomó el comercio en las calles, este sábado 22 de mayo se instaló afuera de la facultad de Humanidades, la llegada de aspirantes a ingresar a la Universidad Veracruzana (UV) permitió reactivar “un poco” la economía en esa zona de la ciudad.

El adulto tiene 72 años, es conocido en la zona como “Don Panchito”, un símil de don Volo, comerciante conocido en la facultad de Ciencias Administrativas y Sociales (FCAS), también de la UV.

Hace tres décadas empezó a vender raspados, para ello prepara los jarabes en su cocina, además, traslada al menos cada tercer día una barra de hielo desde la fábrica que se ubica en Pípila, entre 20 de Noviembre y Américas.

Hace un año, cuando empezó la pandemia el adulto y su esposa, ambos beneficiarios del programa 60 y más del Gobierno Federal, decidió aislarse en su vivienda en la calle Ezequiel Alatriste, en la colonia Ferrer Guardia, “a la vuelta de Humanidades”.

Con la pensión de poco más de 700 pesos al mes, lograron comprar alimentos y pagar algunos servicios. Ocasionalmente, cuando hacía calor, salía a vender a las calles, recorría la zona de Humanidades, Ávila Camacho y San Bruno.

“Estuvimos encerrados casi un año. Nos la pasamos con lo poquito que nos da el gobierno a mí y a mi señora, por eso, ahí la vamos pasando, no nos podemos quejar”, cuenta mientras se acomoda su cubreboca.

 

Reconoce que en estos momentos sus ganancias no son tan altas como cuando hay estudiantes en la UV, pues ellos son clientes habituales que le hacen “el gasto”, más en época de calor.

“Yo vendo aquí en la escuela (Humanidades), aquí era mi paradero, medio día y medio día a caminar. Ahorita esperamos que ya regresen a la escuela”, dice confiado que pronto volverán los estudiantes y mejorará su ingreso.
 

En un buen día de venta gana hasta mil pesos, de eso debe invertir en azúcar y jarabes, “me viene quedando un 30 por ciento de lo que yo me vendo. Los doy en 15 y 20 pesos, cada raspado”, dice mientras señala los botes de almíbar, pues esos son más caros.

Constantemente hay recorrido de personal del Ayuntamiento, nunca les hablan mal, pero les piden que no se queden en un solo lugar, por lo que debe recorrer algunas calles aledañas con su carretilla.

Francisco está a costumbrado a caminar, al menos cada tres días debe trasladarse desde el área de Humanidades, hasta Pípila para comprar el hielo que es uno de los principales ingredientes en la preparación de los raspados. El trayecto es de cuatro kilómetros, “me llevo mi diablito”.

Este sábado llegó un poco tarde, pues los estudiantes que fueron a presentar su examen ya estaban abandonando las instalaciones universitarias, alcanzó a vender algunos raspados, sin embargo, se dijo dispuesto a regresar este domingo 23 de mayo para ofrecer su producto.