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Cáncer de mama: el calvario de Enedina y sus hermanas

Enedina fue la última de cuatro hermanas en ser detectada con cáncer de mama; a causa de la enfermedad perdió el seno izquierdo

Escrito en VERACRUZ el

Enedina se tragaba las ganas de llorar mientras observaba por el espejo los sollozos de Vianney, su hija mayor, quien cortaba sus cabellos, los pocos que le quedaban después de que un resto se le cayera desvaneciéndose entre sus manos y el agua fría de la regadera.

Lileny, su hija menor, acostumbrada a cortar los cabellos de decenas de mujeres que la visitan en su estética, en el puerto de Veracruz, no tuvo el valor de tocar el pelo de su madre esta vez. Las tijeras y una máquina pasaron por primera vez a manos de su hermana.

Un mes antes, en octubre de 2020, Enedina fue sometida a una cirugía en la que médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) le extirparon el seno izquierdo por el cáncer de mama que le detectaron. Si la mutilación ya tenía herida su vanidad, la pérdida de su cabello le dio una final estocada.

Enedina Mendoza Ortiz fue la última de cuatro hermanas en ser detectada con cáncer de mama. La primera fue Juana hace 13 años, a los dos años siguió Olga y luego Soledad, quien falleció el 25 de abril de 2021 a causa del cáncer.

A Olga la enfermedad le regresó recientemente y a su hermano Víctor, de 55 años, los médicos del IMSS le detectaron cáncer en la vejiga hace pocos meses. Solo cinco de 10 hermanos, es decir, una mujer y cuatro hombres, la libran hasta ahora.

Según la presidenta de la asociación “Mujeres Apoyando Mujeres” en el puerto de Veracruz, Roxana Guízar Rodríguez, ocho de casa 10 casos de cáncer de mama que se atienden en Casa MAM son causados por lazos hereditarios o genéticos, como la historia de Enedina.

Era agosto de 2020 cuando la mujer, actualmente de 49 años, sintió molestias en su seno izquierdo. Al tocarse sintió una bolita en el pecho, por lo que acudió de inmediato a una clínica particular a hacerse una mastografía y un ultrasonido a una clínica particular.

“Nosotros nos checamos cada año porque tengo hermanas con antecedentes de cáncer, entonces nosotros siempre estamos al pendiente cada año, me acuerdo de que en esa ocasión me faltaban como dos meses para que me hiciera mi mastografía y empecé con molestias en mi seno izquierdo”, narró Enedina.

Para entonces Enedina trabajaba en una tienda en la que no le brindaban seguro social, por lo que tuvo que conseguir dinero prestado para realizarse una biopsia con la que una oncóloga le confirmó que efectivamente tenía cáncer de mama.

“Me vine abajo, sentí muy feo, te cambia mucho tu vida, en esa fecha fue en el mes de agosto, iba a cumplir mi papá tres años de que había fallecido. Me dicen en agosto que yo tenía el cáncer y en septiembre fallece mi mamá, entonces sí fue muy difícil para mí”, dijo.

El mundo se le vino encima, pues con el cáncer a cuestas dejó su trabajo pese a que tenía que pagar las cuentas del Infonavit, la electricidad, el agua, entre otras. Por sus estudios, Lileny, su hija menor, no se encontraba en condiciones de apoyarla económicamente, y Vianney ya vivía aparte.

Apenas dos semanas después de que a Enedina le detectaron cáncer de mama, Vianney pudo afiliar a su madre al IMSS y entonces los médicos le dieron la noticia: tenían que extirparle el seno izquierdo para salvarle la vida. 

“Había una posibilidad de que me dejaran el seno y que nada más me quitaran la parte del tumor, pero yo le preguntaba que qué posibilidades había de que ya no me regresara”, relató la sobreviviente de cáncer.

El 8 de octubre de 2020, los médicos del IMSS sometieron a Enedina a la mastectomía, es decir, una cirugía, en la que se extirpa por completo el seno, incluido el tejido mamario. Los días siguientes fueron un calvario para la mujer.

“Yo me metí a bañar y ya no me veía. Yo tardé para verme en el espejo, no quería verme. Es muy difícil verte sin una parte de tu cuerpo… y de mis cinco hermanas, yo he sido la más vanidosa. 

Tardé en verme en el espejo y menos cuando tenía cabello, imagínate, sin cabello y sin un sen, verme al espejo”, mencionó.

Las quimioterapias: Una extensión del calvario

El 4 de noviembre de 2020, cuando Enedina pensó que ya todo había terminado, la sobreviviente de cáncer de mama comenzó otro reto, corto, pero tanto o más cruel que la pérdida de su seno izquierdo: las quimioterapias.

Pese a que, aseguró, no existía una necesidad de someterla a quimioterapias, un oncólogo del Hospital de Especialidades 14 del IMSS, ubicado en la avenida Cuauhtémoc, en Veracruz, determinó que se le debía aplicar el tratamiento debido a la falta de un estudio.

A Enedina le programaron solo tres quimioterapias a diferencia de sus hermanas, que recibieron de seis a ocho aplicaciones, debido a que el cáncer de mama ya se encontraba en una fase de metástasis, es decir, en una etapa en la que las células cancerosas formar tumores nuevos en otras partes del cuerpo. 

“Cuando me entero de que tengo cáncer se me vino el mundo encima, yo creo que estás asimilando ese proceso cuando te empiezan a poner quimios… y cuando te ponen la primera quimio se siente uno muy muy mal y también te da mucho para abajo, cuando ya te estás recuperando de la primera quimio viene el proceso de que empiezas a perder el cabello, fue algo muy difícil para mí”, recordó.

Tras las quimioterapias, Enedina terminaba vulnerable, tendida en cama con mareos y náuseas al menos por seis días hasta que podía levantarse nuevamente. En ese tiempo adelgazó como nunca y comenzó a perder el cabello.

Recordó bien la fecha en que Vianney le cortó el pelo. Era 19 de noviembre, 15 días después de la primera quimioterapia. Para entonces tenía cuatro días en que sus cabellos se le caían cada que se metía a bañar, por lo que ya no quiso aplazar lo inevitable y pidió a sus hijas que la raparan. 

“Yo le decía que no llorara, en ese momento me tragaba mis lágrimas y yo le decía que no llorara porque teníamos que se fuertes, que todo esto lo íbamos a pasar y que todo iba a estar bien, que mi cabello lo iba yo a recuperar, pero es algo que sí se tiene muy feo”, expresó.

Su última quimioterapia fue en vísperas de fin de año, el 30 de diciembre de 2020. Para entonces, Enedina amortiguaba el calvario del cáncer en terapias con un psicólogo del Seguro Social.

Mujeres que apoyan mujeres

Cuando Enedina renunció a su trabajo, en el momento en que se enteró que era paciente de cáncer de mama, la dueña de la tienda en la que laboraba la invitó a buscar en redes sociales a Casa MAM de la asociación “Mujeres Apoyando Mujeres”.

“Yo tardé para venir, porque yo no quería salir, que me vieran sin cabello… Se viene lo de la pandemia, también había que quedarme”, manifestó.

Enedina llegó a Casa MAM hasta enero de 2021. Todavía utilizaba turbantes en la cabeza para ocultar que había perdido el cabello. En la asociación le donaron una peluca y un seno de semillas de linaza. 

“Yo no me ponía nada. De hecho, estoy un poco desbalanceada de los hombros, porque pareciera que no, pero por no tener un seno tu cuerpo se te va hacia el lado donde sí lo tienes, entonces yo estaba perdieron equilibrio y ya aquí me donaron mi seno de semillitas y mi prótesis, eso me ha ayudado mucho a volver a mantener mi equilibrio”, indicó.

De acuerdo con Enedina, la red de apoyo en Casa MAM la ayudó a recuperarse emocional y físicamente debido a que recibió terapias con una tanatóloga y, sobre todo, porque conoció a más mujeres que pasaron por lo mismo que ella.

“Aquí me sentí querida, mimada, cobijada y comprendida”, señaló.

A raíz de su experiencia, Enedina sabe que la autoexploración salva vidas y que el cáncer de mama no es exclusivo de las mujeres, pues también se presenta en hombres. 

“Conozco amigas que nunca se checan precisamente por el temor de que les digan que tienen cáncer y yo creo que ahí ya están mal, yo creo que hay que cuidarse, hay que explorarse, hay que aprender a explorar nuestro cuerpo”, finalizó.