Main logo

El estudiante colombiano que cayó en las garras del INM

Cristian Camilo fue bajado del autobús y llevado injustamente a la estación migratoria "Siglo XXI", a causa de eso desarrolló síndrome de estrés postraumático

Escrito en VERACRUZ el

Cuando Cristian decidió realizar su intercambio académico, desde Colombia a Veracruz, nunca se imaginó que pasaría fin de semana que lo dejaría sufriendo un síndrome de estrés post traumático.

Durante 26 horas sufrió la negligencia e impunidad del Instituto Nacional de Migración de México.

Cristian Camilo Pericó Mariño es estudiante de Periodismo y Comunicación Social en la Universidad de Manizales, Colombia. Debido a su desempeño académico y ser el tercer promedio más alto de su carrera, tuvo la oportunidad de solicitar un intercambio académico internacional.

Mandó solicitud a 13 universidades del país y fue aceptado en todas -entre ellas la UNAM y el Tec de Monterrey-. Eligió la Facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana.

La tragedia comenzó en Semana Santa, cuando Cristian y Yovana, una amiga suya, también colombiana de intercambio, decidieron visitar Chiapas.

Cristian pensó que lo peor que le podía pasar, era que le robaran el celular en Mixtla. No fue así.

Descontando el robo del teléfono, el resto del viaje fue una maravilla. Comieron, pasearon y conocieron varias partes de Chiapas. Cristian logró visitar, por fin, el cañón del Sumidero, que siempre quiso visitar.

Mientras hacía su viaje, pasaron por varias estaciones de migración sin el menor inconveniente. Los agentes revisaron sus pasaportes, credenciales de estudiante y el formato migratorio que los acreditaba como estudiantes de intercambio.

Visitaron Tuxtla Gutiérrez, San Cristobal de las Casas, Chiapa de Corzo, Comitán, Comalapa, Huixtla y Tapachula, en donde, el sábado 20 de abril, tomaron el autobús que los traería de regreso a Veracruz.

Avanzaron casi 3 kilómetros desde la central de autobuses, cuando llegaron a otro puesto de revisión del INM. Cristian y Yovana estaban tranquilos porque en las revisiones anteriores no había pasado nada.

Nos obligaron a bajar

Sin embargo, el agente de migración dijo que tenían irregularidades en el sello. En cuanto cerró el pasaporte y vio que decía Colombia, les ordenó: “Se tienen que bajar.”

Cristian y Yovana mostraron los demás documentos, sus credenciales de estudiante y los documentos migratorios que tenían en formato digital en el celular de la colombiana.

Nada de esto importó, fueron bajados por la fuerza del autobús. Decidieron no oponerse para no empeorar la situación, además que su estatus de turista les impide enfrentarse con funcionarios públicos.

Los bajaron e hicieron que sacaran su equipaje del autobús, luego fueron subidos a una camioneta enrejada, conocidas coloquialmente como “las perreras”.

Mientras Cristian intenta calmar a su amiga, la “perrera” avanza hacia el siguiente puesto de revisión del INM. Los colombianos no tenían acceso a sus pertenencias, pues los agentes las tenían en la parte delantera de la camioneta tipo van.

Dentro del vehículo, los estudiantes observan la negligencia con que los agentes migratorios trabajan: Seleccionan los autobuses de forma aleatoria, en algunos solo duran unos segundos revisando el interior, en otros bajan e inspeccionan cada bolsillo de los viajeros.

“Cuando estábamos ahí, bajaron a dos mexicanos solamente porque tenían cara de guatemaltecos y después ahí les pidieron la credencial de elector, cuando ellos se la presentaron y por más que habían dicho que eran mexicanos, no les importó. Hicieron que perdieran el bus y después les dijeron ‘váyanse’.”

Con temperaturas de casi 40 grados y cada vez más personas apretadas dentro de una camioneta cerrada, los jóvenes colombianos comenzaron a desesperarse.

Más de dos horas después de iniciar su viaje de regreso a Veracruz, Cristian y Yovana llegaban a la Estación Migratoria Siglo XXI de Tapachula, Chiapas.

Al entrar fueron separados, hombres de un lado, mujeres al otro.

Siglo XXI

Durante el proceso de ingreso y registro, Cristian reclamó una y otra vez que su detención fue injusta, sin embargo los agentes del INM se reían de él. Cristian mostró que tenía los sellos de entrada y la encargada de registrar la entrada y ella respondió "Solo cumplo mi trabajo"

Cristian Camilo fue despojado de las agujetas de sus tenis, su cinturón y demás pertenencias pequeñas. Su equipaje fue arrojado y pasó a formar parte del montículo de bolsas y maletas que está en un rincón de la estación.

La reja se cerró tras de él y en ese momento era un preso en la cárcel para migrantes. Junto a él entró Carlos, con quien hizo plática desde que estaban en “la perrera”.

Al ingresar, otros detenidos los miraron de arriba abajo. Se sintieron vulnerables y acosados.

Carlos y Cristian acordaron cuidarse entre ellos. En especial Carlos, un hondureño con VIH, a quien le fue negado el ingreso de los antirretrovirales y que cada hora que pasaba, empeoraba su salud.

Dentro de la celda, hacinados, los roces entre los internos de diferentes nacionalidades no se dejaban esperar. Había peleas a gritos y a golpes que los guardias no impedían.

Dentro de la estación migratoria se han formado pequeñas mafias.

“Los cubanos controlan todo, algunos llevan mucho tiempo y ellos te venden el kit de aseo, sábanas, papel de baño y llamadas telefónicas.”

Durante el día, Cristian intentó convencer a algunos guardias sobre su situación, pero solo obtuvo burlas por respuesta. Un encargado de la CNDH, le dijo que podía revisar su caso hasta el lunes siguiente, pero debía darle 5 mil pesos para ello.

Para descansar, debían obtener una colchoneta y solo adueñándose desde la tarde o peleando por ella, podían acceder a una. Cristian decidió recostarse en el suelo, usando sus zapatos como almohada.

¿Dormir?

“Solo traté de descansar los ojos. Con el riesgo a que te ataquen para robarte o violarte, no se puede dormir.”

Antes de ser ingresados, Cristian Camilo logró comunicarse con Frank Ramírez, encargado del Departamento de Movilidad Internacional de la Universidad Veracruzana.

Él, junto con la directora de la Facultad de Comunicación y el profesor encargado de enlazar con las universidades, Javier Ramírez Carrillo, buscaron al Edgar González Suárez, ex titular del Instituto Nacional de Migración en Veracruz, quien se comunicó con el encargado del INM en Chiapas.

Luego de 26 horas de encierro injustificado. Cristian y su amiga Yovana fueron dejados en libertad. Sin embargo, las secuelas de este evento traumático los siguen todavía.